DISCOGRAFÍA LOU REED (en solitario y "del menos bueno al más mejor")

 El más difícil todavía desde entregas similares ya en este espacio vertidas, desde luego. Si ya resulta jodido de base contentar a todo el mundo desde algo con un planteamiento de este tipo, al enfrentarnos hoy a la lógica emoción/fanatismo que deriva del abordar la obra del ídolo personal, la subjetividad más indisimulable y desatada se pone de forma natural al volante y hale... Ancha es N.Y.

Como siempre antes de saltar a la arena, y para no alargar, vamos ya con las consabidas "instrucciones de uso". Y no por evitar "ofensas" (que evitar eso es imposible en los calendarios que gastamos), sino meramente para ahorrar esfuerzos al ingente tropel de  amigos del falta esto y/o lo otro.


A) El listado que seguirá hace, de forma injusta/incompleta/mamarracha, únicamente referencia a LA OBRA DE ESTUDIO FIRMADA EN SOLITARIO de Lou Reed... No hay plátanos, no hay directos ni, obviamente, aparecen discos en comándita "co-firmados". (si a estas alturas hay que explicar aquí lo legendario de los cuatro discos velveteros en que participó o lo primordial de según qué "live album" mejor cerramos el kiosko y quedamos todos en la sección de correos del Marca o similar).
B) Si pienso en mis mayores ídolos musicales de la vida firmando en solitario desde las portadas de los discos: de Randy a Bob, pasando por Neil, saludando a Costello y Waits y sin olvidarnos de Bowie (relativo etc), me encuentro que una vez asumida la condición extraterrestre de Sam Cooke (ahora nuevamente de mode,-como si puta falta le hiciera-, por un documental bastante irregular de Netflix), Lou es claramente el músico surgido del rocanrol que más he escuchado y al que más admiro. O por lo menos al generalizar. Y, básicamente, con y por ello reincido en lo antes apuntado: NO váis a estar de acuerdo y NO váis a coincidir y claro, por contra, SÍ váis a encontrar un sindiós de puntualizaciones y SÍ tendréis unas cuantas desaveniencias, pero, en síntesis y para resumir, no me va a importar  mucho ello (nunca lo hace pero hoy especialmente). Y lo mío no es chulería sino pura  y dura honestidad, ojo.  
C) No dejéis ningún comentario con lo de que "Transformer" se lo hicieron Bowie y Ronson... Otra vez no, por favor. Hasta los cojones de esto. Ya dejó lo de "tópico" tan atrás (y ya desde hace tanto) que los niveles de cansinamiento resultan completamente grotescos e inexcusables. 


18. Metal Machine Music (1975). Sólo por tener esto vinculado al catálogo de RCA/Sony con el morrazo y la irreverencia absoluta que ello implica (que nadie ejerció un choteo más glorioso a una "major" jamás en la historia rockera toda) se compensa holgadamente su existencia. Un suplicio intergaláctico de sonidos chirriantes de todo tipo sin solución de continuidad alguna cuya máxima expresión descriptiva, y por mucho que el muy honorable Thurston Moore diga que le encanta, podemos hallar en el testimonio de algún que otro técnico de estudio participante en el proyecto: "Jamás supimos si todo aquello era en serio o no". El reverso en el debe de todo el tema es que, por mucho mole y fascine la inalcanzable jeta del genio para la ocasión así como la reivindicación periódica que el mismo Lou argüía cada tanto (si es que es el mejor y ya está), el disco -doble además, para mayor jolgorio sicotrónico- es algo completa e innegablemente insoportable para cualquier mamífero que asole o haya asolado alguna vez el planeta. Y para cualquier electrodoméstico también. 

17. Mistrial (1986). A pesar de la profusión machacona del video de "No money down" en medios o algunos pasajes que puedan recordar en su vertiente más verbenera a los mismísimos Talking Heads (y tan influenciados éstos por el otro a su vez, que al final todo queda en casa), "Mistrial" se revela claramente como el "disco de canciones" de Lou al que menos apetece acudir. Inefablemente y sin disimule medie, para mayores inris. Saliendo de aquí, de cara al futuro inmediato de su obra tras necesario hiato, todo será crema, pero su referencia del 86, suerte de "The Bells" de Hacendado, sigue permaneciendo como el menos reivindicable del músico. Salvemos, eso sí, el díptico "Mama's got a lover" y "I remember you" por su mayor amabilidad (y mayor reconocimiento -personal al menos- en relación al resto del cocido) cuyo recuerdo, cercenado en parte por los coros "phil collianos" de la coda final "Tell it to your heart", ahí quede para siempre.

16. Growing Up in Public (1980). A partir de aquí y para no confundir al personal reconozco que de imprescindible no me baja ni uno (y recordemos el punto B de "las instrucciones de uso" de resultar menester). Lo que menos me convence de "growing" es la variante, excesivamente angulosa casi gutural,  usada por el callejero bardo al entonar algunas piezas. Sin embargo, el disco resulta extrañamente -MUY EXTRAÑAMENTE, habida cuenta el protagonista- desenfadado y (por lo menos en casa ocurre) alcanza una adicción muy particular difícil de describir pero, a luces todas, innegable. Hasta la chacota del "wild side" en sus "Smiles" es bienvenida sin problema. Tremenda la entrada (a pesar del punto, tan relativo por otro lado, señalado "en contra") con "How do you speak to an angel ?" y su "caída cabaretera" a modo estribillo, las palmas intermedias y, por supuesto, el encabronamiento final. El tema titular también es de los preferidos aquí, lo mismo que la tan simpática (sí sí, leyeron bien) "The power of positive drinking", pero a la postre el disco funciona perfectamente en cohesión continua y, ya que se pone, me deja ésta "So alone" que tan alto me puntúa, tono socarrón sino directamente burlesco mediante, en el ingente (e imaginario, dígase todo) "listado de temazos jamás justamente reconocidos" que nutren el largo opus de Lou Reed. 

15. New Sensations (1984). Sí, claro, "Suzanne"... ¿Qué hace tan "abajo" esto?. Y además, ni mucho menos, se detienen ahí las bondades del álbum. Soy así de cabrón, miren. Por otro lado, no pienso repetir en cada maldito epígrafe la primera frase de la anterior referencia del listado... Me acojo a la comprensión del concepto "subjetivo" que, quien fuere aquí caiga, tenga bien controlada. En este caso, puesto a señalar "el pego" del disco, me quedaría con el tan profuso uso de coros y algún protagonismo abusivo de los teclados desde la producción. Tampoco le acabé de pillar nunca mucho el punto a "jealous" ni a "joystick" y, por qué no, el tema de despedida tampoco me alcanza el mito precisamente... Con todo, por todo el resto, "New sensations" tiene una serie de vericuetos cojonásticos de difícil llevar la cuenta (incluyendo, por la rareza exclusiva que representa, el intrusismo reggae con mariachis más la banda municipal de Villaconejos y todo lo que se cruce de "High in the city"). Y, mayormente, en su corpus central. O de "Turn to me" a "My friend George", para hacerlo ya evidente con menos misterios y tontunas cruzando. Ni qué decir, al pasarle la factura particular, es además el disco donde encuentro "Fly into the sun"... Últimos disparos, Lou mata al boss postrero del nivel final y, por supuesto, se alza con la victoria again tras recuento de puntos. Buena partida.

14. Rock and Roll Heart (1976). Esto es/fue un complot... Así a modo "titular". Siempre, al repasar este disco y "Sally" (cogiendo el cercanías), me sobreviene la idea de que el "capricho experimental" de la MMM generó un sinfín de enemigos, dentro y fuera de "la industria", a nuestro entrañable Lou. Mucho personal se lo tomó por lo ídem y, desde ahí, cuan fácil resulta imaginar una reacción, y desde no pocos frentes, del tipo: "esto nos lo pagas, cabronazo". "La especializada" sintió que se le reían en la puta cara. La mentada "industria" se sintió ultrajada... Y bien por ti, Lou. Claro qué sí. Como a todo dios no te quedo otra que pasar por el aro alguna vez (esas producciones de algún que otro disco y como ya hemos comentado hoy mismo), pero nunca fuíste "cómodo" y marcaste los tiempos de las cosas como en la punta del pincel se te puso y como muy pocos han logrado. Discos como éste (y algunos más posteriores, amén del ya apuntado "Sally can't dance", que el odio expansivo con lo explicado de la MMM se adivina poderoso) con sus "Temporary thing", "Ladies pay", "Vicious circle" y toda la retahíla de píldoras de menos de 3' que aquí a sus anchas tan bonitamente campan, serán siempre abrazados y venerados por tus fieles... Hasta un instrumental por ahí en medio que por tener tiene esto también, e infinitas gracias por "A sheltered life" en cualquier caso. Qué no te la metan doblada los incontables dires y diretes (y demás gilipolleces): discazo.

13. Set the Twilight Reeling (1996). Sapos y culebras a dos carrillos para quien suscribe meter un disco tan infravalorado, en general, como querido en estas posiciones... Pero claro, amén de lo ya explicado, esto es un ranking personal sobre quien és. Pasa ello aquí, ya ha pasado más arriba y pasará más abajo. El penúltimo de estudio de Lou en solitario es un poderoso cofre de tesoros agazapados prestos a estallarte en los morros, sin previo aviso y porqué sí. Te jodes, que no queda otra. Podría estar mejor "balanceado", okey, no todos los temas pueden ser "Adventurer", "NYC man" o el que da título. Pero la clásica "narrativa reediana" saturada de estática en "Riptide" o la inicial "Egg cream", son caballo ganador inapelable para todo amante del discurso habitual del artista que se precie. Todo ello, y por no mentarlas todas, bajo el manto de las favoritas personales "Trade in" y "The proposition" que se suman, con merecimiento indebatible,  a la mentada "Adventurer". Pieza que, por si sola, convierte "Set the Twilight Reeling" en parada obligada. Te lo pueden tratar de ningunear a pesar de todo, atención y cómo no. Por escrito, de voz o en morse si procede. Pero, ojo, de la misma forma e igualmente, será ello una falacia. Y siempre lo será.

12. Sally Can't Dance (1974). Dos estrellitas de nada en Allmusic... El primer simple y puñetero minuto de "Ride Sally ride" sirva como ejemplo imperecedero de que, a veces, se envia un demasiado poco a la mierda a la gente. Da igual lo "oficial" del medio, lo "respetado" de la firma o el "consenso" que deriva... Al final de la cola, con las palomitas compradas y la entrada en la boca, lo de los culos y las opiniones. Sin más. "Sally" es un disco imprescindible. Y lo és mucho más allá del famoso tema titular o el otro más recurrentemente recordado, aún en menor medida sea, del "Kill your sons". El brillantísimo uso de las guitarras, lo bien que entran teclas y vientos, la expresividad vocal en plenitud con esos coros negroides medidos al nanómetro... Un disco que calza de narices entre dos tótems sagrados del medio, como son el sangrante drama berlinés y la inmarcersible noria de la famosa ínsula neoyorquina, no tiene porqué dar más explicaciones ni motivos. Punto, a qué más. A los "estrellitas" del Allmusic, eso sí y en cualquier caso, un par de bostas bien majas. Todo pagado y qué las disfruten. 

11. The Bells (1979). Segundo disco binaural (cuestión en la que no me pienso enredar, mírenlo en wikipedias o similares de proceder) tras la experiencia de Street Hassle y, seguramente, uno de los trabajos más esquivos, por las diferencias fractales desde sus partes, del autor... O aparentemente, al menos. Cabe decir que la particular producción logra (puede hacerlo) aposentar una primera lámina externa de cohesión. Sin embargo, será al poco de darle vueltas, de zambullirse en él, cuando uno se da cuenta de lo tan distinto que se nos ofrece. Si se hace virtud o mácula de ello ya queda, como siempre, en los oídos de quien escucha/oye. Que no queda otra. Nunca me ha tirado mucho, por otro lado, el intrusismo funky de "Disco Mystic"... Pero el tema está en las otras ocho, claro. Y qué curioso me resulta de siempre que sea, precisamente, en la mentada y propuesta "cohesión de sonido" donde el disco menos me puntua (sin ser servidor tan mierda como para compararle a su tercer trabajo con todo el ventajismo y la maldad, el mismo y tan posterior "M&L" se lo merienda crudo sin empezar a sudar en dicho sentido). Cogidas las campanas "de a una", será cuando el tema se me pone serio, y serio de verdad en las cuentas personales: la final y titular "The bells" es uno de los "momentos arty" más tremendos de Lou; la tan vivaracha "With you" suena a jocoso choteo a costa de Ziggy y la inmediata "Looking for love", por contra, sonará a más de lo mismo de primeras para descubrir enseguida un músculo mucho más asentado en alcoholes y sudores que en las purpurinas de la otra; a sumar ahora el debate sobre si se prefiere la mayor excentricidad narrativa de "All through the night" o la mayor lógica formal de "Families", por lo tocante a las cadencias más calmas del lote. Eso sí, la inicial y esquizoide "Stupid man" o, la favorita personal aquí, "I want to boogie with you" (suerte de blues deconstruido con más tonos de fondo que el mercado de las especias de Estambul y crescendo putámico a modo cierre), son las que más y mejor logran que acuñemos los fieles lo de "no me toques la campanas"... Ni las narices tampoco, por favor y ya aquí llegados.

10. Lou Reed (1972). Por algún tipo de cuestión antropológica que se me escapa, y por pura y dura ignorancia que se admite sin pesar (igual deriva ello del celebérrimo cinismo que rige en la tan famosa urbe, sin más), NY tiene una tendencia tan marcada como general en lo de dar de menos, sino putear directamente, a sus paisanos "rockeros". Da igual que Blue Öyster Cult pueda rivalizar en calidad hard-rockera con Lizzy o los AC/DC del segundo lustro setentero, que The dB's sean una de las bandas newavers más cojonudas jamás existidas, o que los Dictators se puedan merendar a todo lo que no sean sus vecinos de la volátil hermandad postiza o los putos Clash dentro del asunto punk rock (por lo menos en la acepción más global del tema). Si vale, los Dolls o los ya sugeridos Ramones (pero es que esas camisetas son tan chulas... -como las del CBGB's que, por romanticismos se le eche, era un puto garito aunque tocase hasta Dios ahí y por mucho que en retrospectiva lo dibujen a veces como la puta Meca... que lo era, pero entonces no se sabía que lo era y si se me quiere entender-). Desde ahí... A ver, la "banda de NY" es y será la Velvet. Fin de cualquier tipo de debate. Que su líder indiscutible saque su estreno en solitario y que el disco, indudablemente, posea una calidad magnífica (empálmenlo de seguidilla con Berlin y dejénlo brillar en esplendor para apreciarlo como procede), no sirvió para mucho (que contraste con la west coast, si -y por no hablar de UK, donde te aupan sin rubor medie la cosa más tonta que venda cuatro copias en la misma semana y mientras sea autóctona-). Esto fue así.  "Wild child", "Lisa says", "Ride into the sun" resultan incontestables. La muy stoniana "Walk and talk it" ruge con plena solvencia y "I love you" es bonita de narices... Y, etcétera, para no alargar más, of courses. Otra tropelía de "los que cuentas las cosas en los sitios con mayor difusión", en resumen, y el ejemplo diez millones del "tu miente que algo queda"... "Lou Reed" (el disco), es de puta madre. Que se lo prometo a tod@s y sin más. 

9. The Blue Mask (1982). El, para muchos, gran disco del primer lustro ochentero de Lou Reed (para quien suscribe hay otro incluso mejor en dicho e infravalorado periplo). Con su icónica y remozada portada por montera, la irrupción de Quine y su mayor acepción crítica mediante, la "blue mask" permanece, lo sigue haciendo, en justicia plena como uno de los trabajos más celebrados, así en general, del músico. Lo que no deja de resultar curioso una vez reparamos en que, ciñéndonos a contenidos, dista de ser uno de sus elepés más claramente inmediatos. A excepción del propio tema "The blue mask" (con parajes de  Sonic Youth antes de Sonic Youth) o la arengadora "Waves of fear", no encontraremos estaciones de gran estruendo/octanaje aquí... Sumemos a ello, y sin problema, medios tiempos de enjundia como "Average guy" y "Underneath the bottle", que funcionan de narices y de paso hacemos (eléctrico) bulto. Con todo es en "las otras", en todo lo demás (tan calmo y bonito todo), donde el álbum levanta vuelo y ya no baja ni a por tabaco. Se nota, y mucho, la limpieza "post-alcoholizada" que los biógrafos y lugares varios suelen señalar... Para a los que el Lou narrador, el mastica palabras, nos da la vida más que ningún otro músico, "The blue mask" resulta un compendio casi hasta tópico ya. Y porque, "tópica" o no, la evidencia es siempre la misma: no hay cochino dinero en la galaxia para la compañía nos hacen y harán siempre "Gun", "Woman", "Day John Kennedy died", "My house" y "Heroine". Por si todo lo demás falla alguna vez, cómo no y por improbable resulte ello, siempre nos quedará "Heavenly arms" para arrastrar la más jodida de las manos en la peor de las partidas. 

8. Legendary Hearts (1983). Lo escribía hace un par de días en Fb y lo itero, aquí y ahora en directo, para todos ustedes: "creo que de señalar "el disco infravalorado oficial del Sr. Reed" me quedo definitivamente con los corasones de leyenda...". Estamos ante un trabajo de efecto inmediato para con "el fiel", lo mismo que un potencial gancho importante para toda persona que pretenda empezar a asomarse al "hide side" del músico, una vez ya asumidos los "tótems sagrados". Y la razón, básicamente, es que si no lo tiene todo (todo lo que define y nos hace reconocer al músico de manera instantánea) poco le falta. Quizá algo más de electricidad, quiza algún viraje arty/experimental inesperado por sumar o, por supuesto, algún que otro hit sonado que lo ubique rápidamente en tiempos y espacios... Pero, reincido, pues todo eso lo tiene a su manera y al hacer recuento final: si algo le falta tampoco es demasiado. Me resulta fantástico que repita las notas de "How do think.." para subrayar "The last shot", o que cierre con la "transformera" y maravillosa "Rooftop garden". También está el saludo hacia los tiempos futuros de NY desde la vaticinadora "Turn out the light" y, por supuesto, la cuota eléctrica cubierta con solvencia desde "Martial law", "Bottoming out" y "Don't tell me about work".  Por otros derroteros está el asunto que si a alguien no le funciona el magnífico tema titular de inicio como ese "hit" que requería el disco para auparse entre el resto de sus incunables, aprovecho para explicarle que el tema favorito del álbum, el tremendo crescendo reposado -con ese viejo amigo del juego de guitarras matizándose sutilmente que matarán siempre a quien les escribe- de "Make up mind", todavía no fue mencionado... En parte, seguramente, por ser el "favorito", aún conscientemente de que no puede ser el mejor. Ya que el más emocionante y gran "gema tapada" del lote se halla, y debe reconocerse ello, en "Home of the brave". Y, de acuerdo, quizá no tengan estos corazones legendarios al final la magia arrebatadora e inalcanzable  de algunos de sus otros discos pero, nuevamente, es que está tan y tan cerca...

7. Ecstasy (2000). El último disco en solitario o, al menos, en la acepción más clásica posible del concepto (que The Raven tiene sus momentos sugerentes, sin duda, pero en síntesis es lo de "otra cosa"). Y qué bien le sentaron los 90, partiendo ya desde el disco que cerraba su década anterior. Todo gloria, desde NY a Ecstasy, el disco con Cale, el reflote velvetero...   Mucha sabiduría en cada paso. Unos más putámicos que otros, lógico, pero todos necesarios. Ecstasy, para el caso, evidencia lo poco y nada que le importaba a Lou todo lo que ocurría alrededor en "la escena" que toque. Si M&L es algo temático y heterogéneo hasta casi lo inasumible en tiempo de guitarritas, Ecstasy es su trabajo con más músculo eléctrico en una etapa donde se ha acostumbrado ya al público a expandirse a "nuevos horizontes" (que ahí lo dejo, mayormente, por no estar un buen rato cagándome en todo lo santo). Un sonido realmente poderoso y libre de cucamonas que, eso sí y faltaría, no prescinde por completo de bonitos momentos más calmos y reparadores. Lo que comentaba un poco y anteriormente sobre los "Legendary hearts" pero sin aquellos "casis" de por medio, visto de otro modo. En Ecstasy sí que está "todo".  Furia rockera: las dos de inicio (especialmente "Mystic child", que es una voladura del parlamento, directamente) , la del final (y qué gran final, Lou), "Future farmers of America" (sublime título) y alguna más...; "hits" potenciales del copón: "Modern dance", "Baton Rouge" o "White prism"; licencias arty-electrificadas para todos los públicos ("Rock minuet") o con los dos rombos bien gordos (los casi 20' de la tan virguera "Like a possum"); sin olvidar, entre alguna otra cuestión, la bonitez pura de la que se mira como en una foto, para mutar en un, más o menos tímido, estallido final a modo remate  ("Turning time around" o "Tatters"). Gran broche, no a una carrera (que, como se escribía a principio de epígrafe, aún aguardaba en el futuro "alguna movida" a sumar), pero sí a una etapa, una década de paso esplendorosa, cuya única duda a colación reposa en si todavía es pronto para compararse libremente, sin vergüenza medie y con total propiedad, a sus legendarios 70's en solitario.

6. Street Hassle (1978). Aunque los primeros segundos de disco, con la Dulce Juana chapurreada por ahí en medio y demás, nos lleven a un estadio de pensamiento del tipo: "Ya está, se le ha ido la olla del todo", la verdad es que "Street Hassle" contradice las molestias que anuncia el título y se delata, de forma harto contundente además, como uno de sus trabajos más personales y poderosos. Así, de la mano ambas condiciones, además. Para los amantes de las wikipedias, cómo no, está lo de ser el primer disco de rock publicado con sistema de grabación binaural. Sin embargo, será su contenido (como siempre y procede) lo que a muchos nos canjeará su entrada en el salón de los discos más imprescindibles del músico (un salón muy grande para algunos, como quien suscribe y dígase todo, pero de verdad que este es de los de sillón vip). Y no sólo por recuperar la velvetera "Real good times together" o por la monolítica pieza titular lo consigue (aunque  la madre del tano, la de dios y la del cordero juntas... historia sin más, claro). La destrucción blues ya de facto, que no mera deconstrucción, en "Dirt", la abrasiva electricidad que sostiene la cojonudísima "Shooting star" que te carga el móvil sin cables, o los matices guitarriles que abren "I wanna be black" hasta niveles insospechados desde su engañosa simplicidad a poco se azuce el oído, son otros motivos infranqueables. Y las no mencionadas, también (faltaría). Coros, vientos metales y pianos aparecen por todos lados, atacando por donde menos lo esperas y no hay cobertura de fuego posible... Victoria asegurada del canalla, en resumen, y aunque de forma menos evidente que en otros casos se consiga. 

5. Magic and Loss (1992). Justo antes del "arrejunte velvetero" y tras el disco tributo a Warhol con Cale (a su vez precedido por NY... buenos tiempos, vaya), que aparecía éste M&L. Disco que, y para plasmar cuanto antes la consideración que en este lugar se le oficia, quedó en la primera posición de uno de aquellos posteos fungibles que aquí antaño se  realizaban... El título de dicho "posteo" era, por cierto y que ya se adivinaba fácil: "Mejores discos de los 90"... Partimos de dicha premisa, pues. Y, desde ahí, toca enfrentarnos a esta "pasión pasolinística" que lo mismo puede ser rocanrol de toda la vida y para marcharse, de repente y sin venir aparentemente a cuento, a por otra cosa completamente distinta... Mucha vida, enfermedad y muerte en este disco, pero relatada sin manierismos innecesarios, sin afectismos asomen. Desde la madura sabiduría que retrata o explica, sin tratar de aleccionar ni caer en grandilocuencias fatuas. Aquí ya no median provocaciones, intereses externos ni nada, en definitiva, que no sea hacer justo lo que él, el ente creativo, quiere hacer sin rendir cuentas a nadie. Y se nota. Hay precedentes ecos del NY, cómo no, que de ahí surge la epifanía que dirige estos últimos trabajos noventeros de Lou. Y, al igual que con aquél, otra rotunda masterpiece que nos plantaba en la morrera. Menos evidente, algo más encriptada, pero igual de contundente. Puede que "What's good" ejerciera de socorrido single y que tal o cual tema más inmediato se nos aposente antes al querer rememorarlo, pero es su todo (poso literario al volante, alcanzando una narrativa global que pasa olímpicamente de trascendencias que ni busca ni pretende) lo que tan único y especial le confiere. Podría ser para rematar, y bien tranquilamente además, el disco mejor producido de su carrera pero todo, hasta eso también, queda eclipsado al fin por ese "global" ya ampliamente señalado.   

4. Berlin (1973). No, no está el 1 o el 2, que sería lo habitual y acostumbrado. Y ni tan siquiera voy a caer en la molestia de explicar el porqué (soy demasiado fan y ya lo bastante mayor para excusarme por temas de querencias personales, e igualmente, si me lio a "demostrar lo mucho que me gusta y tengo sobado el disco", por aquello de evitar reproches, este texto no se iba a acabar este semestre). El disco es una obra de arte, una viga maestra, no sólo de su artista firmante sino de la leyenda rockera toda, en general y tal cual. El tan desolador dramón temático sobre el que gira le confiere su tan celebrado sustrato literario. A sumar, finalmente para la ocasión y no alargar incluso más, el hecho de ser la niña bonita de "la especializada" hasta el fin de todas las cosas (e independientemente de que, en su día y cómo no, no se le tratara precisamente bien desde dicho estamento)... Y está bien que así sea, o al menos a mi me lo parecerá siempre. Desde un análisis frío, tratando de alcanzar con seriedad lo siempre tan utópico de lo empírico al avezar en cuestiones de este tipo (y se quiera ver o no), lo cierto es que "Berlin" es el trabajo que cristaliza a músico y artista en un todo. Más y mejor que nunca, antes o después. Dando por más que obviado lo imprescindible del álbum, la única cuestión que le ubica "sólo" en la cuarta posición del listado es tan simple (vanal, si prefieren) como que servidor, al repasar "tracklists" en contraportadas, prefiere (tras los quince asaltos y a los puntos) otros tres ejemplos... Y por aquello de no tener siempre la necesidad de hallarme en un estado de búsqueda exclusivo para con el "arte mayor". Aunque, atención, nadie se confunda con tanto "redichismo" (el sito aquí o en cualquier otro lugar): "Berlin" es también, y a pesar de todo lo sugerido en contra, un disco de rock de reputísima madre, sin más y sin tirar de lecturas o argumentaciones "elevadas" (de hecho ahí reside gran parte de su grandeza, aunque "los eruditos varios" no lo mencionen nunca ya que, por supuesto, eso es "muy ordinario y vulgar"). Y no puse canción alguna en esta ocasión (cierto, lo mismo que no hice hincapié en el relato, menté a los niños llorones o destaqué la descomunal instrumentación que se nos regala para los restos) pero, caray: ¿de verdad hace falta a estas alturas y con este disco precisamente?. La ausencia de "Berlin" (todo un epónimo en verdad y en el mundillo, desde hace tiempo además -que existe lo de "marcarse un Berlin" para cuando alguien graba, o pretende grabar, determinado tipo de trabajo, en efecto-) delatará por siempre jamás lo fariseo de cualquier colección de referencias rockeras y por abultada ésta sea.

3. Coney Island Baby (1976). Los tres que faltan irán rápidos, se lo prometo... que se intentará, al menos. Son discos sobre los que he escrito, leído y hablado tanto que ya ni sé por donde meterles mano al abordar un nuevo texto... De entrada el elepé que ahora nos ocupa contiene seguramente, en su tema final y titular a la vez, la notas de guitarra eléctrica más emocionantemente sugerentes que haya escuchado nunca. Tal cual. En verdad, CI es un disco en condena permamente al redescubrimiento, que sigue aportando matices y "momentos" para con todo lo que queda entre dicha e inmortal pieza de despedida y, por supuesto, el par de "singles" inapelables de la entrada, con aquello del loco sentimiento y lo de la chica de Carlitos. Desde dicha premisa ya hace largos años que descubrí, por ejemplo, que "Gift" es uno de mis temas favoritos suyos de siempre; que aunque sea un remozar velvetero "She's my best friend" es la releche y eso es lo único que cuenta de verdad; o, igualmente,  que una canción puede molar y mucho por tonto sea su título, que Lou no es/fue un blues-man de enjundia a tiempo completo porque únicamente no le salió del pasaporte o, de la misma forma, que por años pasen nunca sabré si me gusta mucho "Kicks" realmente y que, a su vez, no la puedo dejar de escuchar (es magnética, la muy cabrona: a ratos me parece una tomadura de pelo editada con ruido de fondo de Casa Pepe y al segundo después tiene una demostración de intesidad avezado a lo expresivo de muy difícil encontrar a estos niveles... y, ojo que esto es lo mejor, a la siguiente escucha lo que me mola es lo primero y lo que no lo otro... ya me rendí hace mucho en lo de tratar de entenderlo, en cualquier caso). En fin, que the glory of love might see you through... y forever además.

2. Transformer (1972). Ya se apuntaba al principio de entrada, pero allá vamos de todas formas... Aquí lo importante es que Ronson y Bowie cogieron a este pobre desgraciadito sin talento alguno de Lou Reed en horas bajas al que nadie quería y revitalizaron su carrera gracias a su mayor "grandeza total" desde una producción que debe, perentoriamente, llevarse siempre todo el mérito del disco. Que quede, claro: Lou no tiene ni merece ningún crédito aquí, es un disco de Ronson y Bowie. Que no se olvide nadie nunca y por favor. Por ello si alguien os viene, alguna vez y de forma inequívocamente errónea, con subterfugios del tipo: "hombre, las canciones y letras no dejan de ser suyas" (cerdos ímpios); o "a ver, un productor tiene siempre que aportar y tratar de mejorar los originales del artista que toque por defecto, se llame como lo haga y si es que sabe hacer un mínimo su maldito trabajo" (cuánto hijo de puta ignorante); "pero, ¿Lou no estaba también, de todas formas, en la mezcla final y al llevar su nombre el disco no elegiría él qué entraba en el último corte o no?" (qué asco, por dios); "a todo esto, ¿no eran el otro par, Bowie especialmente, quienes iban locos por trabajar con Reed que era su ídolo y no al revés?" (voy a vomitar); "hombre, joder, qué este tío era el líder de la VU,  uno de los tipos que más ayudaron a deconstruir todo lo conocido hasta ellos en el medio para lanzarse a nuevas vías expresivas y tal -llámese punk o art rock, etc.-" (hasta aquí, ya no lo soporto más)... Conmino a todo el mundo a que borre con tippex el nombre de Lou Reed en la portada y pongan con boli "Bowie y Ronson" en su lugar. Porque, por famoso o manido sea, lo que no hay que hacer nunca es dejar de escucharlo en caso alguno. Siempre que se pueda y como una de las grandes cimas rockeras de cualquier tiempo que siempre será (y por mucho "ninguneador de lo famoso/tópico" se nos cruce en este caso). Y eso sí, que se insiste por vez postrera, que no os despiste nunca lo de "todos los títulos compuestos por Lou Reed", que os vigilo... (Pd. Oh, conozco este datito de mierda, voy a repetirlo siempre que aparezca el tema aunque sea más matizable que la conciencia de un político y a su vez menospreciar gratuitamente el talento de alguien que, básicamente, era un PUTO GENIO que en su vida necesitó a ningún Ronson ni Bowie de la vida para serlo... Y "cuánto hijo de puta ignorante", desde luego).

1. New York (1989). Treinta añitos de la mano ya. Comprado en el viaje fin de curso de 8º y recomprado a posteriori alguna que otra vez... Parte innegociable del poker elegido en casa de discos de la vida, junto al "directo resucitado" de Cooke, la inalcanzable y ásperamente gloriosa marquee moon y, cómo no, el del señor Simonon desenfocado presto a destrozar su bajo... Que además, qué cosas, contiene mi track de la vida, junto al "You tore me down" de los Groovies y el "Watch your step" costellero, con toda aquella coña del último cetáceo yanqui, el jefe indio, el pirao con el bazooka y demás... Y no, no creo que sea un tema generacional en absoluto. Por edad, no le sigo desde sus 70's o antes, por lo que "sólo" he ido descubriéndole, en lecturas a posteriori, desde hace algo más de tres décadas (y únicamente desde éste disco concreto que ahora nos ocupa en "real time"). Pero, con todo, tras no me parece poco tiempo de escuchar su obra al completo, pienso y creo fehacientemente que "New York" es su disco más cohesionado y perfecto... Cojo todo el largo opus del Genio, lo pongo en la fila de reconocimiento, me alejo varios metros para girarme y entonces, al ver el plano general, me sigue pareciendo (en el 89, el 99, el 2009 y ahora mismo) el torreón más alto del castillo. No por mucho, porque eso es imposible (la goleada humillante, con algo tan enorme y tan trufado de aristas de grandeza de por medio), pero me lo sigue pareciendo. Invariablemente. Y fin.