Esto de la guardería y los primeros resfriados de mi primogénita me tienen el blog más muerto que la tieta de Garibaldi y no consigo ecualizar biorritmos (de momento) para dar al espacio el ídem habitual. Además, me jode y de siempre todo el tema otoñal. Curioso porque mi estación predilecta es el invierno y, en lógica, esto es lo más parecido. Pero no, no para mí. A mí esto de las piñas de pino y las hojas caidas me recuerda al día después de la fiesta con su tan desagradecida pero insaltable tarea de recoger sobras y despojos y, por ello, sin que me deprima de manera fatal un algo si me apaga el cabrón -el otoño-. Y, por todo eso, se debe de andar su humilde servidor con pies de plomo, en esta época, a la hora de elegir músicas y filmes... En resumen, tiendo estos días a recogerme en lo conocido. En lo que ya me consta que (me) funcionará. Así si en el último posteo (también musical, que ya volverán los oscuros celuloides no se dude) recordaba el magnífico estreno de The Bats, repasándolo hoy y leer conceptos como aussie, pop melódico, ecos de los Teenage, Smiths y Chilton (etc) la cosa me ha llevado casi sin querer a esa maravilla incaducable que resulta el ochentero "16 lovers lane" de Forster y McLennan, esto és: The Go-Betweens. Por consenso (casi) total disco ese su "masterpiece" definitiva. Y hago hincapié en el "casi" porque, la verdad, antes encontramos al Yeti que un disco malo de este par y aunque, coincido, para mí "16" es su apoteosis, se entiende que el tema de a debate. El último disco en cualquier caso de su etapa clásica antes del regreso, ya en los dos miles, y hasta el fallecimiento en 2006 de McLennan y también el del regreso a su Australia natal tras hacerse las inglaterras durante no pocos años. Cuenta la leyenda que el tono agridulce, aunque siempre a buen recaudo bajo su innegociablemente melódica razón de ser, es debido a que uno de los dos protas principales (hay quien se refiere a ellos como los Lennon-Macca de los ochenta sin cortarse en lo más mínimo -que por qué no, más escuchando según que virguería-) acababa de romper una larga relación mientras que, por contra, el otro la empezaba recien estando (obvio) en lo más meloso del tema. Por un u otro costado lo cierto es que "16", como "Marquee moon", "Days of wine and roses", "Doolittle", "Shake some action", "Let it be" (el de los de Westerberg) o el propio "Queen is dead" (entre tantos y, por suerte, tantos otros -y sin entrar al "pues a mi de estos en concreto me gusta más...-"), tiene ese poso de totémico clásico indiscutible que algunas (muy grandes) bandas han logrado de uvas a melones equiparando (puntualmente o no, y sea en "real time" desde la edición original o en retrospectiva y justa recuperación) crítica y público al nivel de los grandes oldies de los últimos 60's y primeros 70's. Poca guasa. Para aquellos que no conozcan de este álbum la manera más rápida de describirlo sería algo así como: "imagínense un disco tan bueno como Queen is Dead y disfruten cual gorrinos/as"... Porque es tal cual. Es "tan bueno como", no es que recuerde, se parezca, etc... Las canciones, las diez, son un dispendio de melodía que se sabe azucarada pero sin llegar a empalagar en momento alguno. Un disco de esos, como antes apuntaba, paridos al fin para reinar (tarde o temprano) por su indiscutible calidad en composiciones. Mis favoritas "Devil's eye" y las postreras "I'm all right" y "Dive for your memory", pero aunque suene y sepa a tópico pocas veces lo de "no hay desperdicio que valga" se ajusta tanto a un tracklist como en "16 Lovers Lane". Una de mis mejores armas para combatir el otoño desde el año el anacardo que, creo queda claro, sigue sin dar síntoma de fatiga alguno. ¿"Power pop"?, ¿"Jangle pop"?... Obra maestra y punto guzzero, que las pajotas, si se aburre, se las pegue otro/a con esto.
