Beck ha hecho este año algo que a pesar de ser lo más parecido a un elepé podría catalogarse, sin especial apuro, como "terrorismo sónico". Directamente. Esto de "Colors" (2017) no hay por donde cogerlo y no se hable más (hacerlo es recordarlo y el escalofrío que ello genera es de gripe tan certera como inmediata). Seamos pues amables con el Srto. Hansen y recordemos hoy de donde venimos, antes del recién estrenado (hoy precisa y oficialmente, ya puestos) engendro ya referido: "Morning phase" (2014). Un disco que, aunque desde paisajes más calmos, también abraza sin problema medie la sobreproducción por bandera; un disco cuya belleza parte más de la autoconsciencia que de la auténtica inspiración y/o sentimiento (a lo Elliott Smith o Nick Drake, para entendernos), o eso transpira en diversas ocasiones; un disco que, de la misma forma, se asemeja demasiado a una gran y tramposa producción hollywoodiense disfrazada de postal bucólica "de autor", sin que cuele en absoluto ni importe mucho el que se note... Un disco que, sin duda y en resumen, puede ser tildado en más de un foro y forillo como "artificial"... Y, qué cosas, con todo ello: uno de los mejores álbumes en lo que llevamos de década. Y con una contundencia más que abrumadora. Un caso altamente curioso lo de ésta "Morning phase" en cualquier caso, ni qué decir.
Me va muy bien que ahora mismo estén poniendo en la tele la magnífica "Fargo" de los Coen... No, no he mezclado textos (ni otras cosas) se lo aseguro a todos. Los Coen buenos, los que molaban (los de las siete primeras pelis -y poco más, todo sea dicho-) juegan siempre con esa carta concreta del posmodernismo que consiste en la ruptura de formas con los cánones, inamovibles y en mármol, del pasado. Cogen un "género tipo" y lo revierten en una forma más ajustada (y mejor o peor aceptada) a los tiempos corrientes, confiando en que su buen hacer prolongue su vigencia más allá de dicha premisa de base. Un punto de partida (espurio o lícito, según quien contemple) desde el que empezar a crear, sin más. Y eso, al extrapolar, es precisamente lo que define la música y arte de Beck Hansen. Ya desde el principio. Y, ni qué decir, es ello un jugar al filo del abismo continuo. Siempre habrán popes, de diversa índole y pelaje, señalando que si se quiere hacer una versión de "Oliver twist" hay que plasmar el mismo acervo, contextualización exacta y sabiduría de Dickens tal cual, sin añadidos ni cucamonas gratuitas (y que no les vengan con leches). Y en su derecho están, ojo nadie se confunda... Pero, de la misma forma, debe admitirse también que (centrándonos ya en temas musicales) si no hubieran habido gentes que se han atrevido a recoger ese guante para lograr, a posteriori, obras del calibre de "Yankee hotel foxtrot" o "Ok Computer" (por fugaces e incontestables ejemplos), el mundo sería hoy un lugar aún peor. Y también ha habido, hay y habrá mucha hez jugando a ese juego, evidentemente, pero (se insiste) no debe obviarse lo grande y magnífico que se ha logrado desde ese proceder. Y, final y precisamente, en dicho proceder pocos han sido, en efecto, tan osados (y heterogéneos) como Beck... Un tipo que samplea tres segundos de la Sinfonía Incompleta de Schubert, sin venir a cuento además, en medio de una canción y se queda tan ancho no deja mucho lugar a dudas en cuanto a intenciones, desde luego.
Ahora, recogiendo todo lo vertido en el párrafo que precede, es cuando toca reconocer el sindiós de influencias que atesora el discurso del sujeto que hoy nos ocupa... Beck és, amén de un músico sensacional, un melómano compulsivo. Un tipo que adora a Dylan tanto como a Wonder, y a Prince tanto como a Public Enemy, o Led Zeppelin, Beatles, Sly & The Familiy Stone... y todo lo que en medio pille. Y ni tiene ni pretende tener medida (de ahí que muchos prefiramos antes al tan querido Sr. Everett, compañero de promoción -y con no pocas conexiones evidentes en lo musical-, mucho más cauto, prolijo y cuidadoso por lo general). Y eso, por supuesto, es la explicación de porque tiene Beck tanta gloria como "discreción" en su opus hasta día presente. Patina a veces por aquello del axioma popular del "quien mucho abarca" pero, igualmente, alcanza -en otras tantas ocasiones- cotas altamente necesarias y de muy difícil obviar. Nunca le ha preocupado en absoluto el liarse con chimes o efectos/ruiditos mil de estudio y, de alguna manera, hasta se ha abanderado en ello esporádicamente. Eso, de la mano con esa fuerza telúrica que le lleva a enfrentarse con todo y contra todos (éste tio el día menos pensado hace un disco de death metal acústico y se queda tan ancho), ha hecho de Beck quien es hoy. Tal cual. Para bien o/y para mal.
... Y a veces, si, para muy -MUY- excepcionalmente bien. Como en "Morning phase". El más bonito de sus discos bonitos (que ahí están los notables "Mutations" y "Sea changes" para hacerle compañía, está claro). "Morning phase" es sin duda el triunfo de un muy delicado trabajo desde el exceso más recalcitrante como tablón de apoyo en el taller. Un trabajo que emociona desde el sudor del órfebre y que de alguna manera se las ha ingeniado, con su nuevo juguete, para lograr magia sin (quizá) ser mago. Y, de paso, se las ha apañado para que resulte muy difícil que uno no esté dispuesto a perdonárselo todo... Muchas cosas que me molestan, que me crean rechazo inmediato en otras producciones, aquí son algo por lo que estoy dispuesto a mirar para otro lado sin problema alguno me aqueje. ¿Sobreproducido?. Sin duda, pero quién dijo miedo... Hay easy listening de manual que te hará buscar el botón del ascensor por instinto, tufillo a AOR que te puedes caer de nalgas, multiinstrumentación abusiva por el morrazo... Da igual. El disco integra un pacífico y mecedor sentir de conjunto que te enjaula sin darte muy bien cuenta de como ha pasado ello. Como si el Moby de las narices hubiera adquirido la atormentada alma del eternamente añorado Elliott durante unos días... "Morning phase" es, en efecto, un disco de amaneceres y poso reparador. Un disco cuya belleza global te acaba por derrotar, por mucho te/nos chirríe algún paraje concreto. De la misma forma, un álbum que sigue sonando en casa con una profusidad altamente considerable cuando otros, también apreciados desde su mismo año de edición, han ido marchitándose sin remisión. Y es que genio de facto o "mero prestidigitador de altos vuelos" (que decida otro), pocos (desde el rock del último cuarto siglo) engañan tan rematadamente bien -o nos dejan tan indisimuladamente satisfechos, en cualquier caso- como Beck en las ocasiones que tiene el ingenio realmente afilado y el punto de mira plenamente enfocado. En las cuentas propias: su mejor disco, si generalizamos más allá de los matices y sin más, sólo por detrás del tan lejano e intocable "Mellow gold". Así de tajante que me resulta el asunto. Y fin.

