Sam Cooke en Miami, los Who en Leeds, los Ramones en Londres, Cash en el talego californiano... Añadan lo que proceda sin desatender, eso sí, que los mejores álbumes en directo más profusa y recurrentemente señalados de la historia rockera suelen ser más o menos los mismos en todas partes (siempre y cuando dichas partes sean, de cajón ello, mínimamente aterrizadas). Y el "At Budokan" de los Cheap Trick, por supuesto, pertenece sin duda medie al grupúsculo en cuestión. Desde una premisa tal y con tanta agua circulada bajo puentes, qué aportar a estas alturas... Pues de nuevo nada, está claro. Pero por dejar testimonio, así por la jeta y sin más, no creo se me vaya a quejar nadie. Qué es un "classic album" como la copa una granja pinos y toda pleitesía es poca, qué narices.
Entraban Robin Zander, Rick Nielsen, Tom Petersson y Bun E. Carlos aquella noche de abril en el famoso templo deportivo nipón y, sin saberlo entonces, salían un rato después con su página indeleble (e insaltable) perfectamente escrita para los restos de la historia toda del medio. Esto es así y tal cual. Pocas explosiones de rocanrol a este nivel de energía, estado de gracia, desafectismo absoluto y pura evasión sin ambages que tenemos. Todo ello, por supuesto, acunado por la devoción de un público japonés que les adora con veneración beatlemaníaca durante toda la actuación... Recordemos, rápido ni que sea (y por lo sobado del asunto), que Cheap Trick no se comen mucho en sus americas natales con su primer par de discos (hoy tan indiscutibles, faltaría) y por contra, cosas de la vida loca ésta, gozan de un éxito desorbitado en Japón desde, prácticamente, el primer paso de su singladura. Aunque todo ello cambiará con el Budokan, claro... El público yanqui (pues tanto gritaron desde el otro sitio que hasta a ellos llego el eco) exige una edición autóctona para hacerse con el disco por medios no importados, y mayormente por los dineros de más que ello implica, a lo que -estaríamos buenos- Epic responde a los pocos meses haciendo de Cheap Trick una banda multiplatino. Bonito final para una bonita historia, sin duda. El cuarteto ha tenido etapas de todos los colores y sabores a elegir pero, en definitiva, aún en sus momentos de menor acierto... Bueno, ahí tienen y tendrán siempre el puñetero Budokan, como monolítica e intachable muestra de grandeza putámica de cualquier tiempo y lugar rockero.
Además y a todo esto, ¿a quién narices no le molan los Cheap Trick?. Digo más, ¿a quién no le caen simpáticos ya por defecto?... Ese asunto tan dado al autocachondeo, y que tanto exprimieron con jocosos resultados, de los dos guapos y los dos feos; la reverencia por la british invasion que profesan de siempre (grabaron con el mismísimo George Martin, sin ir más lejos y recordemos); la versión que de Big Star se marcaron y la que les hizo Isaak a ellos; los cuatro primeros de estudio tan cojonérrimos o que volvieran hace poco con un discarral de la hostia consagrada; su proverbial alegria y potencia que parece no caducar jamás... Demasiadas cosas, en síntesis. Fijarse, mismamente, que hasta se les perdona (en exclusiva, por ser ellos y que no queda otra) algún puntual devaneo con el hair metal más guarreras ochentero y en forma de balada chusca... Desde hace casi una década, que Cronos no perdona, el descomunal Bun dejaba las baquetas para el hijo de Rick y Petersson tuvo aquel hiato ochentero pero al final, y no queda sino rendirse a la sonada evidencia, estos cuatro eran una máquina directa y completamente inapelable (ya solo por juntar en un mismo combo a un voceras como Zander y un guitarrista como Nielsen el menor de los debates desaparece, por una esquina y con la cabeza gacha).