GENESIS: 1970-77

 Al principio... o casi de su carrera (y con perdón a los exégetas varios, pero se entienda que el tan inmaduro mierda-chiste venía de fábrica), Genesis empezó a sintetizar y proyectar un sonido único e inimitable que, para muchos, les sigue aupando como una de las mejores bandas de rock nunca habidas. Y más allá del kioskillo "prog" que vengo a referir. Bastante maltratada, en perspectiva y por la historia (al menos al generalizar) por la prensa especializada y que, por contra, jamás ha dejado de significar una de las cuatro o cinco referencias básicas del rock progresivo para cuasi la mayoría de los seguidores y conocedores varios (y aún a distinto nivel) del subgénero en cuestión. Sea como fuere, la formación británica sigue siendo, aún hoy y al fin, uno de los puntos de fricción más fascinantes y recurrentes para innumerables y variopintos melómanos rockeros del orbe. Y, no cabe engañarse, no es probable vaya a cambiar ello ya a estas alturas.


Por supuesto, visto hoy desde el ventajismo de la lectura a posteriori, todo lo referido hasta ahora tiene su fácil explicación. Como ocurre comúnmente con las "cosas de género" avezadas al ámbito artístico/creativo que toque, trascender de cara a la opinión "especializada" requiere un nivel de acierto poco menos que supremo. Esto es así. Se tiene que ofertar algo tan evidentemente enorme, tan fuera de debate alguno, que ni la más culoprieta y repelente de las opiniones se sostenga al levantar la más mínima  voz contraria. Y con Genesis se cumple y cumplió ello durante aproximadamente un lustro y mitad del siguiente, está claro... Pasa que, ay, todo lo acontecido después de esa maravillosa etapa penaliza. Y mucho. Y, qué narices, hasta se comprende... Pero, ay de nuevo, qué injusto irremediablemente que resulta ello siempre en los recuentos finales. Sin ser un erudito, ni pretender pasar por ello en momento alguno, tengo marcada estima por el "mundillo progresivo" con varias de sus derivas incluidas (que esa es otra, por lo general lo "progresivo" viene a ser un cajón de sastre donde el personal metía y mete un sindiós de formaciones que tienen entre poco y cero que ver unas con otras... pero ahí lo aparcamos para no alargar más) y al final, desde luego (y que Don Fripp me perdone), los Genesis de su mejor periodo son y serán, para quien suscribe, el culmen del subgénero. Sin más. Y aunque  jamás ha habido, y dudo que llegue a haber, una banda de rock tan buena pero tan mala a la vez en una misma y única singladura. Por todo ello, con el claro objetivo de rememorar esa tan y tan aquí admirada etapa de la formación, y entrando ya casi y al fin en materia, resumo hoy dicha etapa en los tres momentos clave, o más diferenciables, de la misma. Además, de manera completamente caprichosa (o no), en formato sincopado para la ocasión.  

1976-77: LAS INMEDIACIONES POST-GABRIEL. Mira qué sería fácil, por aquello de las ubicaciones cronológicas y tal, empezar a contar las calamidades acometidas por la banda desde la misma partida del Arcángel Gabriel y justo tras los últimos directos de soporte a "The lamb...". Pues no. Resulta que, por mucho haga arrugar ello el morro a algunas gentes, todavía tenían un par o tres de balas en recámara. Eso sí, tras ello y coincidiendo con la marcha de la guitarra de Hackett, la cosa ya se derrumba en una espiral de perdición sin fin como tirando a bastante indefendible. Y qué pena tan hiriente, por cierto, cuando en alguno de los boniatos ofertados desde que "sólo quedaron tres" (y ya hasta el final) se escucha, de forma completamente fractal y aislada, algún eco lejanísimo de la grandeza pasada (inefablemente siempre desde los teclados de Banks ello, que esa es otra y a qué engañarse).

Definiendo ya un poco más el asunto y en verdad, nos encontramos que la primera de esas balas en remanente es, directamente, una auténtica barbaridad. Pues innegablemente "A trick of the tail" resulta, en efecto, un disco tan portentoso y lleno de giros como sus ilustres y tan recordados predecesores. Es evidente que, manías o no al margen, Collins no tiene la expresividad ni la locura creativa de Gabriel como front-man pero, atención, que rangos y estilos, sencilla y sorpresivamente (y a pesar de la obvia mayor suavidad y convencionalidad en tono y forma), encajan perfectamente a cualquier nivel en este disco. "Dance on a volcano" es un cañón digno de los grandes arranques de trabajos pasados, "Entangled" puede ocupar, con más que apreciable solvencia, aquel mágico espacio de los momentos más calmos de "Foxtrot"... Y de ahí hasta el final, sin prácticamente máculas y hasta retomar "Los Endos" el leit motiv del tema inicial a fin de terminar de encerrar el círculo casi perfecto que también es este álbum. Ya más particularmente, y para terminar epígrafe, confieso que es en la parte no-instrumental de "Ripples" (la instrumental, la intermedia si prefieren, es otra animalada más y cómo no) donde quizá podamos algunos empezar a vislumbrar, y aunque de bien lejos sea (que lo és, seamos justos), el horror que será...  Por suerte, eso sí y faltaría, se soluciona todo al final -si es que hay algo que solucionar- con eso de tener algo tan rotundo y majestuoso como "Squonk" de tu parte. Clásico total y, ya puestos, el último indebatible 100% en las cronologías del combo.

Menos rotunda y enmarcable, aunque no por ello ni mucho menos rechazable, es su otra referencia de 1976. Porque, atención, "Wind and wuthering" resulta, para resumir, su disco del "éste todavía sí". Y a qué más. Ya que nos ponemos y visto de otro modo: si será enorme el legado de esta formación hasta este preciso álbum (included) que, a pesar de toda la ponzoña posterior (a la que no debemos olvidar añadir toda la retahíla de "hazañas" en paralelo de Collins y Rutherford; solo aptas para coprófagos absolutamente desalmados y con pedigrí muy altamente contrastado), sigue granjeándoles un lugar inamovible en las cimas de cualquier ranking, medianamente reseñable y/o digno se nos cruce, de bandas progresivas habidas. Porque no queda otra. Fijémonos en este W&W, el menos contundente de su listado básico obligatorio, el único que puede admitir un cierto debatir... Y que, por contra, si bien deja entrever alguna grieta (futura) de más, y aquí ya más indisimulable, con esa "Your own special way" de Rutherford o, en menor medida, la despedida con "Afterglow", integra en su interior dos auténticas burradas que, por si solas, transforman el elepé en algo cuya omisión se antoja, como poco, desaconsejable. Me refiero, por supuesto, al marciano díptico formado por "Unquiet slumbers for the sleepers..."/"... in that quiet earth" y, sobretodo, a la inconmesurable "One for the vine", auténtico canto del cisne de Genesis y una pieza ésta que vale ella sola lo que incontables discos de otras gentes. 

Para terminar, no solo con el apartado sino (directamente) con la banda (que después se ve que sacaron más discos con el mismo nombre pero, vaya, que mejor no hacer caso de habladurías), tenemos el postrero "Seconds out", el live que vestía de largo los dos discos que preceden, sin olvidarse de sacar a pasear algunos oldies de enjundia de la era Gabriel. Buenas tomas de todas las canciones, así en general y resumen, pero que, sin poderse evitar, nos ofrece una falta de balance importante entre las dos partes que lo componen... Los que posean el doble vinilo no requieren más explicación pero, por aclarar: póngamos que el disfrutable y correcto primer disco no tiene nada que hacer con esa tercera cara de "Supper's ready" integra, más la cuarta de "The cinema show", "Dance on a volcano" y "Los Endos". Demasiado, así en general. Para completistas, solo señalar ya aquí que el genial Hackett abandona el seno de la formación durante las mezclas finales de este disco y que, en verdad, lo viera editado ya como ex-miembro. Eso y que, durante los conciertos de los que se extrae lo que aquí contenido, contaron con la batería de Chester Thompson (Zappa, Weather Report), excepto en el caso de "The cinema show" donde tenemos a Bill Bruford (Yes, King Crimson). Todo ello derivado, obvio, del "paso adelante" de Collins y su colección de petos quien, de todas formas (y ello le honra), no abandonó las baquetas del todo en este periplo (generando en el proceso tremebundos momentos con doble batería en set para jolgorio y mesmerización general del afortunado público de la época).  

1970: TRESPASS, PUNTO DE ENCUENTRO. Y una vez cubiertos los finales, vayamos a los principios... o, de nuevo, casi. Pues, qué menos, se debe mencionar el primer disco de la banda y excusar, ni que brevemente sea, su ausencia en este recuento de victorias pretéritas de hoy. Y "qué menos" porque servidor recomienda, sin reservas, este muy aprovechable "From genesis to revelation" (1969) a cualquier fan de, por ejemplo, Kinks o Small Faces que se precie y casi nada, en efecto. Ni que sea por sus numerosos logros parciales. La razón de dicha omisión está manida no lo otro para cualquiera que se conozca un algo el folletín por otro lado pero,  claro, allá que  vamos de todas formas... Ya que si bien es cierto que la alineación de este primer disco no difiere apenas de la aparecida en el segundo, el contexto, la actitud es otra muy distinta. "From genesis to revelation" no tiene nada que ver, más allá de los nombres de los músicos, con lo que se ubica o reconoce mayormente como "aquellos Genesis". Por contra, lo que ofrece es una macedonia de sonidos de la época que lo mismo evocan a las bandas antes referidas como a los Beatles y los Animals, más algún que otro derivar hacia el blues tan en boga entonces en las britanias y/o sin olvidar algún elemento psicodélico ocasional... y, en definitiva, lo que quieran dioses y demonios que se les cruzara entonces de por medio. Aquello, para resumirlo al máximo, no dejaba de ser un taller de ideas en tropel. Parcialmente muy interesante, sin duda (que los músicos son los que son, normal), pero sin foco ni dirección siquiera adivinable de la forma más lejana. Todo ello, ni qué decir, confiere al fin a "Trespass" un aura todavía más poderosa e inexplicable. O por lo menos visto hoy en perspectiva.

"Trespass" sí és, definitivamente y de todas todas, el primer disco de "aquellos Genesis". Los gigantescos, los que cuentan. Banks, Gabriel y Rutherford, con Anthony Phillips (que continua) más el nuevo batería  John Mayhew, son los que acaban por firmar uno de los cambios de orientación musical más sonados jamás habidos en esto del rocanrol. Son sólo seis canciones,-bajando únicamente una de los seis minutos, eso sí-, las encontrables en este histórico álbum y el nivel de detalle, casi maníaco en forma y ejecución, es algo cuyo eco sigue reverberando hasta nuestros días... Momentos plácidos de juglaría medieval sucedidos por cabalgadas sin tregua a lomos de los teclados de Banks como indiscutible líder, para parar de nuevo de golpe o no... Todo ello contado por alguien tan, póngamos, peculiar como Peter Gabriel con su tan particular registro y rematado en el disco por ese doblete insospechado compuesto por la candidez bucólica de "Dusk" y, por supuestísimo, el primer zarpazo incontestable de su historia con la postrera, esquizoide e insaltable "The knife". Desde aquí, Phillips se pide la cuenta (según wikipedias y similares por no aguantar la presión en los directos... que a saber realmente qué ocurrió) y de paso echan a Mayhew por parecerles a ellos, a los otros tres, que les lastraba la evolución (aunque desde luego su trabajo en "Trespass" resulta, como mínimo, irreprochable... por lo que me creo más fácil esa otra teoría de que el baterista jamás consideró realmente que tuviera mucho que ver con la clase de música que pretendía la formación y aprovechó la mínima fisura para irse a lo suyo). Y de nuevo para completistas, se da comúnmente cierta controversia con la posible autoría de Anthony Phillips para con dos canciones del posterior "Nursery crime" (Box y Salmacis, nada menos), pero todo apunta a que no se trata precisamente de una creación exclusiva suya. Sea como fuere, Don Esteban y Don Felipe ya están llamando a la puerta y, con ello, reunimos al fin a uno de los line up más memorables jamás existidos en el rockero medio que nos ocupa. 
   
1971-75: ENFERMERAS, ZORROS Y RAEL PARTIENDO DE CAMELOT (LOS GOLDEN YEARS). O lo que es lo mismo: el núcleo fuerte de lo mejor y más imprescindible generado jamás por la banda. Son cuatro discos de estudio, con otro de intermedio en vivo, donde Genesis explora y alcanza unos niveles que para muchos (nos) supone una de las secuencias de álbums más incontestable jamás registrada. Así y tal cual, con todo el boato y las rimbombancias que se quieran por doquier. 

Sin más, al empezar "Nursery crime" (1971) y toparse de morros con "The musical box", cuan fácil resulta imaginar al melómano de la época alucinar en grado sumo, durante el transcurrir de la pieza y con esa mutación aquí sufrida por los aires más abiertamente folkies del trabajo anterior. Y aunque, en efecto, la breve "For absent friends" (primera canción cantada por Collins) y la tan pastoral (que explota de puro bonita la cabrona) "Harlequin", continuen de alguna manera con el espíritu más calmo de "Trespass", será en las otras cinco donde el reverso más expansivo de su sonido (también apuntado en el honorable predecesor y más allá de la incendiaria "The knife") se dispare a unos niveles complicados de plasmar con letras. Muy especialmente en "The return of giant hogweed" y en la celestial "The fountain of Salmacis". Aunque atención a "Seven stones", si, seguramente la cima melódica del lote (y con ese segmento casi final de grandeza épica sin cuartel, además) y, por supuesto (aunque esto sea harto obviable), "Harold the barrel", la más inmediata y cachonda de las paradas. Y esto y mil cosas más es "Nursery crime". Básicamente, si así se prefiere, la primera de las cinco piezas maestras de estudio que los bandarras van a cuadrar del tirón. Y a qué más.

"Foxtrot" (1972)... Aquí debiera autocensurarme, directamente. Es mi álbum predilecto de la banda, del subgénero en el que mayormente se le ubica y, en síntesis, uno de los de puñetera isla desierta, ya al generalizar. "Watcher the skies" es emblemática de una manera abusiva, "Time table" es la bonitez extrema (y punto), "Get'em out by friday" hereda el reverso macarra de Harold para auparlo después a nuevos niveles de complejidad en su desarollo (me encanta esa candidez con amenaza suspendida, esperando a que al chalao de Gabriel meta mano), y precioso interludio de Hackett a la salud de Bach, claro qué sí, en "Horizons" como alfombrilla de entrada al viaje definitivo que son y serán los 23' de la eternamente inasumible y absolutamente genial "Supper's ready"... Y todo ello sin mencionar aún la que falta: "Can-utility and the coastliners", nada menos (y mi canción predilecta de la formación, por cierto).  En fin, dejo enlace a un texto sito en el espacio de hace ya un tiempo, por si alguien quiere seguir zorreando, y aquí lo aparco en la certeza (perfectamente asumida) de ser por completo incapaz de la menor objetividad con este trabajo de por medio. 

Y a fin de hacer tiempo para poder dedicarle al siguiente álbum el tiempo en estudio que a su vez pretendían, que aparecía (admitieron que apareciera en propiedad, vaya) este "Live" (1973). Cinco canciones: las dos primeras de "Foxtrot" (a cuya gira pertenece este disco, en definitiva), "musical box" y el "giant hogweed" de Nursery y, sobretodísimo, la que para mi siempre será la toma definitiva de "The knife". Muy poderoso artilugio que captura a la banda en su prime absoluto con su formación mítica y cuyo único pero deviene, sin poderse evitar, desde el lamento por ese no existir un disco doble (o triple) oficial en vivo, incluyendo también los temas más primordiales del par de trabajos de estudio que seguirán. Para rematar y por cierto, si alguien tiene el capricho de hacerse con "Supper's ready" en directo con Gabriel al frente va a tener que tirar de los "Genesis Archive 1967-75". Donde también encontramos el directo del "lamb", si, pero en cualquier caso, si de discografía oficial estándar hablamos, este "Live" sigue siendo el único documento genuino y sin remedar de su era dorada. Cuestión que, por aplastante y mera lógica, lo convierte también en indispensable.

Turno para el celebérrimo "Selling England by the pound" (1973). Seguramente el que más consenso acostumbra a reunir. Por contra, y curioso, es en el estribillo de lo que se señala siempre como su primer hit claramente ubicable, "I Know What I Like (In Your Wardrobe)", donde servidor encuentra lo que menos le convence de siempre en este disco... No me gusta ese tonecillo de "Vacaciones en el Mar" que se gastan en el mismo (y aunque el resto de la pieza tenga, faltaría, la calidad inherente a la formidable masterpiece que es el álbum). La tan reposada "More fool me" de Collins es el otro momento "humano" que encuentro en el disco (correcta, no desentona, pero palidece entre todo lo demás, no veo a qué negarlo). Y aunque la cosa se dispare lo indecible con la virguería instrumental de "After the ordeal", por lo tocante a "los otros temas", es al fin y sin duda el cuarteto de canciones de larga duración el que convierte el álbum en la leyenda que és... Sin ir más allá, sólo el inicio con lo de "Can you tell me where my country lies?" configura uno de los arranques de clásicos del rock más memorables de siempre y por supuesto, yendo más allá, al sumarle a la brutalidad inicial los recovecos y contragiros de "The Battle of Epping Forest", "Cinema Show" y "Firth of fifth" el asunto adquiere, ya de pleno, la condición de ser algo simple y llanamente imprescindible. Y no pinta que lo deje de ser alguna vez, no.

Desde todo lo vertido hasta ahora que llegamos finalmente a "The lamb lies down on Broadway" (1974). Y con ello que cerraremos por todo lo alto, si. Último trabajo con Gabriel y a su vez la evolución de un "Selling England" que ya les había puesto en otro nivel en famas y reconocimientos. Estaba claro, y por mucho denuedo tenga en apartar de todo "amarillismo extra-obra" al texto, que juntar dos egos tan creativos (y megalómanos) como los de Banks y Gabriel era algo que tenía los minutos contados desde ya hacía un bastante (de hecho, según se mire, hasta sorprende que aguantaran tanto en el mismo barco). "The lamb" es uno de los dobles de estudio imprescindibles de la historia rockera toda, eso de entrada. Con su alucinado relato que, mucho más allá de detenerse en algo tan vago como lo meramente "temático", presenta una estructura clásica de presentación-nudo-desenlace con las desventuras de Rael, su hermano, la jaula, el nido, la castración, los que reptan por la alfombra y la madre que a todos los parió... Pasa que Gabriel, quien por cierto negó toda posibilidad de participar en las letras a los otros miembros de la formación (se "querían mucho" en aquellos días, si), inventó una serie de personajes y situaciones cuya abstracción, por hacerlo rápido, haría llorar de alegría a Lynch y Gilliam si es que no los mata de puro stendhalazo, directamente. Sea como fuere, tras la gira correspondiente de cinco pasaron a cuatro y, definitivamente, si alguien quiere más de mucho de lo presentado en este disco se le conmina, desde ya y sin reservas medien, a los primeros pasos de la carrera de Peter Gabriel en solitario (la banda, como ya se ha explicado o dejado intuir con anterioridad, volvió a lo de antes, a la casilla del "selling" y desde ahí exprimió lo que le quedaba para sus dos últimos discos enjundiosos para, a posteriori, irse entre un poco y un del todo a la mierda con el pasar de los tiempos). Sobre el disco no he matizado más porque, se insiste, en definitiva es un cuento que genera un irrepetible universo propio (es al entenderse como la unidad narrativa que ofrece cuando brilla en plenitud), un dispendio donde (y tampoco  quepa la menor duda de esto -que no media en ello contradicción alguna con el anterior paréntesis de forma perentoria-) caben algunas de las canciones definitivas de la banda, lo mismo que instrumentales, algún retazo de música concreta que hace pensar más en algo fraguado para una obra audiovisual que otra cosa, algún hit potencial a traición que sorprende por lo poco que parece venir a cuento (a no ser que sigas el relato, obvio) y un festival de cosas con las que, sinceramente, resulta imposible dejarse de sorprender del todo y por más años pasen. Para los amantes de las suits de larga duración recordar, únicamente, que aquí no tienen ninguna pieza de más de diez minutos pero, atención, sí están los más de ocho de "In the cage" y "The colony of Slippermen", sin duda dos de los momentos álgidos de los muchos que ya habitan en tan contundente obra... Y, vale si, la eternamente celestial "The carpet crawlers", que también nos anda y arrastra por ahí en medio. Y fin.

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