Algo cambió con "Ode to joy". Definitivamente. Hay quien se dio cuenta antes, quien tardó más o quien todavía lo anda barruntado. Con los haters no tenemos nada que hacer, por supuesto y que esas gentes, buenas o malas, quedarían completamente al margen con esto de hoy. Pero lo cierto es que ese disco de 2019 tenía, o recuperaba mejor, una sensación de relato, de entidad propia que no veíamos en un disco de Wilco desde el "Whole love" del 2011. Por en medio un par de discos y algunos lanzamientos en solitario del líder (con y sin hijo) que sin ser malos,-Tweedy no puede hacer un disco realmente malo ni aunque se lo produzca el demonio-, sí que caían un tanto en la autocomplacencia. Buenas canciones, faltaría, pero sin sensación de conjunto. Dispuestas como un cotillón sobre un tablao y sin intención más allá del grabemos esto y la "marca Wilco" se ocupará del resto. O eso transmitieron esos trabajos, personalmente y al menos, a quien suscribe. En "Ode" se cambió la inercia. Un disco poco inmediato, con un ensoñador gancho a modo tema de presentación y, para resumir del todo, bien poca concesión amable a sumar... De primeras. Pero, eso sí, se recuperaba esa sensación del "aquí hay un DISCO", no una serie de bocetos venidos a más por obra y gracia de un músico, a qué engañarse, excepcional y fuera de serie. Por ende "Ode to joy" empezó a crecer y en bien poco tiempo pasó del trabajo "bueno, pero al que hay que encontrarle el momento adecuado" al compañero fiel y fiable que, para muchos, representa hoy día.
Siguiendo desde esa inercia positiva y tres temporadas después se anuncia el nuevo Wilco para finales de este mismo mayo... Doble y, redobles tamboriles, prometiendo recuperar formas country-folkies de (muy) antaño. Poca coña. Ya sólo por lo apuntado desde lo temático ya sabemos que tenemos un plan y una dirección aquí (lo comentado de la intención, en definitiva). ¿Lo malo desde los apriorismos?. Que no será "Being there", está claro. Y hay malvados y malvadas que harán daño desde ahí, pues ya están predispuestos de salida acechando hachote en ristre desde no pocas esquinas. Pedirle hoy a Wilco que repitan "Being there" es un poco como haber pedido a los Stones que repitieran el "Exile" en 1997 o a los Clash el "London calling" de las narices en 2004... Cosa imposible ya del todo eso último porque Woody ya no estaba entre nosotros por entonces pero, en cualquier caso, nos entendemos y eso no detendrá en modo alguno a la parroquia de los que endilgan sin problema lo de "sobrevalorados" a la que más que posiblemente es la mejor banda yanqui del último cuarto siglo. Por obra, calidad y dimensión. Así de simple que va la cosa.
En resumen, "Cruel country", a pesar de su tan tangible calma y ausencia de estridencias (y con todos los nubarrones que quienesquiera pueda señalar a cuestas), es un disco abusivamente vencedor. Por la simple lógica que deviene de la erosión. Demasiadas esquinas brillantes, demasiado contenido agazapado que (te) golpeará antes o después. Sospecho, ya finalmente y a modo rijoso one liner lapidario (y se siente de proceder), que los antropólogos de siglos venideros lo señalarán como "uno de los discos gordos suyos". Así de magnífico me ha resultado a mi el nuevo Wilco y a qué más. Ya lo de que si la influencia de Parsons se nota más (o menos) que el de su miembro de la dinastía Williams favorito, el ponderar algunas de las letras (que ojo con eso, si) o, por ejemplo igualmente, enumerar quién hace o deja de hacer el qué instrumentalmente en el disco y desde el seno de la banda, mejor lo dejamos para otro día.