BUILT TO SPILL - "When the Wind Forgets your Name" (2022)

 Siete años del ala que han dejado correr los camándulas desde el anterior. Ello sin contar el disco tributo al que fuera su colega, Daniel Johnston, del 2020 y de acuerdo. Pero vaya, está claro que, con y sin pandemias mundiales de por medio, mucho estrés no parece haber aquejado a maese Martsch y cia en lo que a trabajo de estudio pertoca durante los últimos tiempos. Y con todo, ay, me temo que al final no vamos a poder quejarnos mucho sus seguidores... Y escribo  "ay" porque aquella parte malvada que todos llevamos dentro me clamaba por ponerlos un poco a parir, la verdad (por "vagos", no tiene más esto). Si, ya ya, el mundo está como está y los cuartos los sacamos del directo y tal pero... ¿Y "el legado"?, qué pasa con él ("cabrones" qué añado y, por supuesto, hago extensible a todas las bandas y músicos en activo que me gustan y son partícipes del mismo nivel de hijoputez en estas lides)... En fin, qué discazo, desde luego, este "When the wind forgets your name". 

De hecho, si les ha quedado bien la cosa que, directamente y siempre para quien suscribe, termina por saldar una "deuda histórica" desde el opus de la formación. Porque, seamos honestos: aún admitiendo que nos enfrentamos a una banda de esas de "calidad contrastada" (no tienen disco realmente malo, las cosas como son) y también que el ahora penúltimo ("Unthetered moon"/2015) balanceaba un algo las cosas, se tiene que ser un fan realmente irredento para no ver la evidente diferencia entre sus cuatro discos de los 90 y sus cuatro -hasta ahora- neomilenarios. Y muy -MUY- a favor del primer grupo, se sobreentiende. Bien, pues "When the wind forgets your name", sumado en menor medida a la mejora del anterior en relación a la tripleta que le precede, logra que (finalmente) se vaya maquillando un tanto el asunto. Explicado de otra forma y menos prosas: el nuevo disco de los Built to Spill es tan bueno que, de nuevo y con el oportuno transcurrir de los tiempos, bien pudiera pasar alguna vez por el favorito de alguien desde toda su singladura.

Estamos ante un disco, se lo prometo a tod@s, que va mucho más allá de "el mejor disco que pueden hacen hoy por hoy". Todo lo que en alguna ocasión nos fascinó de esta banda aparece de una u otra manera y sin prescindir en momento alguno de sus principales rasgos distintivos: melodías lánguidas, psicodélias varias, arreglos instrumentales y dobles voces que surgen de la nada y, en otras cuestiones, muchas, muchas guitarras. E independientemente de que pueda parecer lo contrario, tras todo lo leído, aprecio los tres primeros discos neomilenarios de BtS. Sólo que me parecen discos de logros esporádicos, de grandes momentos mezclados con, y qué se le va a hacer,  pasajes donde de alguna manera no puedo evitar adivinar a Doug y demás en modo "auto pilot". Pasa, seguramente, que esos "grandes momentos" en esta banda son "demasiado buenos" y al final ello me penaliza, quizá en exceso (no lo negaré), al resto. Hasta el punto que casi había olvidado lo bueno que puede llegar a ser este personal cuando cuadran un disco entero sin apenas altibajos (lo que para mi no ocurría desde el "Keep it like a secret" de 1999). "Elements" pugna desde ya con "The else" por su tema más bonito de siempre, "Gonna lose" es un arranque invencible, "Understood" tiene un deje pixieliano -en su mejor acepción- magnífico y, finalmente,  tanto "Fool's gold" como "Rocksteady" y "Alright" pasan con nota como representantes de esos medios tiempos tristones y otoñales pero con tremendos  giros que, sinceramente,  no me parecen a la altura de demasiada gente... Con todo, claro, lo más potente de la colección queda para mi en las otras tres (maravillas) de esa segunda parte: "Spiderweb", "Never alright" y la postrera "Comes a day", que amén de retrotraerme en varias ocasiones al irrepetible "Perfect from now on", con esas composiciones tan trabajadas y vueltas de tuerca (a guitarrazos limpios con apreciable frecuencia), acaban por cimentar la sensación de estar ante un señor disco que vuelve a funcionar no sólo desde sus fractales  sino, aleluya incluso, desde un puro y duro todo. Espectacular este "When the wind forgets your name" y a qué más. Recomendable tanto para curiosos que han oído tocar campanas de lejos como para el mayor de sus incondicionales... y lo que en medio pille. Ahora sólo queda disfrutar de este discazo a discreción, esperando que no tarden una estación glacial en darle continuidad. 


Comentarios