El problema de Wilco, entrado ya el último trimestre de 2023, viene siendo el mismo que el de la última docena de años. El hecho de ser considerados, sí aún hoy, la "última gran banda americana de las que cuentan de verdad" por un ingente nada desdeñable de melómanos varios (y dentro y fuera del negocio de la prensa musical), algo así como el relevo de REM en cronologías, les grangea a su vez una antipatía indisimulable para otro ingente aún mayor... "Sobrevalorados" es un término que, de hecho, da apellido a la banda de forma natural para muchos y desde hace ya mucho tiempo. Los que se plantaron en la trilogía posterior a "Summerteeth", sino antes en el ya legendario "Being there".
El problema de la música de Wilco, en el mismo presente arriba apuntado, por otro lado es... ¿ninguno?. Está claro el bajón sito en el par de discos que suceden al infravaloradísimo "The whole love" de 2011. A sumar más de un lustro que se ve azotado, además, por los proyectos paralelos de sus miembros, empezando (y especialmente) por los del propio Jeff Tweedy, que acabaron por derrumbar el aura de "intocables" que para muchos ostentaban de manera exagerada, aunque para otros (entre los que, por supuesto, humilde servidor se incluye) sea algo que está más allá de debate alguno... Por lo puro absurdo, habida cuenta la calidad que aquí -con esta formación- referimos, directamente. "Ode to joy" (2019) ya fue un disco lleno de preciosas esquinas, con la banda y Tweedy recuperándonos a muchos la sensación de estar de nuevo enfocados y a lo que toca, que lograron que nos olvidáramos del par que le preceden sin miramiento alguno (y atención que "Schmilco", en concreto, ya esconde algún momento -muy señalado, eso sí- a denostar más bien poco). Aunque, por supuesto, no fueron diez "mondays" (consta que hay gente esperando eso como el cuarto advenimiento, aún hoy, qué le vamos a hacer). Fue un regreso pausado, otoñal y muy calmo. Muy basado en los arreglos y más preocupado en generar una atmósfera concreta, a fin de recuperar homogeneidades perdidas, que de otras cuestiones... Y, por hacerlo fácil y rápido: lo consiguió. Y ahora, al fin y tras el feliz producto derivado del covidio que fue la nutritiva y minimalista "vuelta a las roots" expuesta en el "Cruel country" del pasado año, nos llega esto de "Cousin". El que es, realmente, la continuación directa en intenciones y espíritu a "Ode to joy"... Al que, y siempre desde la subjetividad propia, le saca el empate en el peor de los casos.
La baza principal de "Cousin" es atreverse a entornar un poco las ventanas para dejar entrar algún rayo solar, sacrificando en el proceso parte de esa homogeneidad global que sí exhibía, claramente y por bandera, su reseña anterior (y omitiendo "crueldades" intermedias en el proceso, recordemos). Aunque, nadie se confunda, sin perder el tono de atardeceres en el que tan cómodo se encuentra Tweedy componiendo de hace ya un tiempo a esta parte. Particularmente, lo único en donde creo han patinado un algo es en arrancar el álbum con esta maravilla que es "Infinite surprise" (la "Love is everywhere" de "Cousin", para quien lo quiera aprovechar) y que entra por la escuadra, ya de primeras, para pasar a engrosar la ya más que voluminosa colección de grandes canciones bonitas de Wilco... Y las "grandes canciones bonitas de Wilco" son algo muy -MUY- inalcanzable a nivel emocional desde tiempos realmente remotos por prácticamente nadie que no sean ellos (y dudando mucho con ese último adverbio, si). O por lo menos a este nivel. "Infinite surprise" se abraza sin remilgos a su invencible melodía para dar vueltas, desaparecer, volver y exponer, finalmente, una capacidad en los arreglos que parece no tener fin. Se siente más como una coda dorada a una excelente colección de canciones, como la aquí habida, que a su alfombrilla de bienvenida. Eso opaca, o puede hacerlo y de cara a las primeras escuchas, lo tremenda que es "Ten dead" (puro Mark Oliver Everett cuando la clava en su vertiente más reposada), lo bien que funciona la melodía constante y urgencia contenida en "Levee" o lo cojonuda, directamente, que es esta "Evicted" que ejerció de adelanto y con su sangrante letra por montera. A partir de aquí, para las seis que quedan, tenemos tres canciones más dinámicas/alegres, en distinto grado, que parecen sacadas directamente del "whole love" (el tema homónimo y el par de despedida: "Soldier child" y "Meant to be"); y tres más reposadas: "Sunlight ends" (con algún exceso de producción que no me acaba... pero que da igual porque la canta como dios el so puñetero y por mucho sea la pieza que menos me convence del lote, por no decir la única), "Pittsburgh" (aparentemente más minimalista pero cosa ya muy seria en las cuentas propias, se lo aseguro) y, por supuesto, "A bowl and a pudding", mi canción favorita de "Cousin". Todo ello para acabar logrando otro disco al que, no me cabe duda (y como ocurre con "Ode to joy"), el viento le soplará muy a favor con el pasar de los años y constata la buena salud actual, en ejecución y composición, de músico y banda. Por mi, "sobrevalorados" o no y aunque la portada sea otro mierdón como este, que saquen el siguiente ayer.