NEIL YOUNG - "On the beach" (1974)

Curiosamente, o no, con el pasar de los años he preferido al Neil Young menos eléctrico (aunque un potosí de bandas ulteriores que sí lo son -mucho y muy de mi agrado- le deban hasta el suelto el cambio a sus discos más, póngamos, "cañeros") hasta el punto que, en algún momento de la travesía, ascendí a sacrosanto el lote «nowhere-rush-tonight’s-comes» para conformar mi cuarteto de la muerte particular de tan icónico artista… Aunque no se malinterprete ello, ojo, que claro que me gustan también y mucho (aunque siempre una pizca menos que el póker sugerido) los «harvest», «rust», «zuma», «ragged» y demás… Y así ya estaba yo muy satisfecho con el tema, claro qué sí… hasta hace algunos años. No conocía al artista a una profundidad absoluta pero, caray, lo tenía (o eso pensaba yo) «controlado». Un poco lo de «lo que hay que saberse de este tipo -solo o en cománditas- me lo conozco, al menos»… Qué enorme e inexcusable cagada… «On the beach» és, lo digo ya para ahorrar tiempo, en mi opinión el mejor disco de Young, mi predilecto de calle. Y, al tanto, que me consta que hablar de absolutos con la obra de un señor cuya singladura artística ronda el medio siglo pueda alimentar abucheos y pañolada a espuertas en la graderia. Pero, en síntesis, me da un mucho igual (con perdones mil por la chulapada si procede, pero así lo siento). La playa de Neil es uno de los discos con mayor empaque, sentido, sentimiento e intención que haya escuchado jamás. Se debe enviar a hacer gárgaras siempre, de una vez por todas, su ya cansino cartel gratuito de «el disco más depresivo de Young» (no lo és) y pasarse, de la misma forma, por la forrera lo del estigma de «disco maldito» que lo acompaña (espoleado ello por los largos años en los que estuvo descatalogado antes de volver a ver luz). Entiendo, por otro lado, que haya un ingente que siempre lo presente como obra complementaria del «tonight’s» (grabado antes pero editado después) dado que el estado de ánimo y lo entremezclado de las sesiones así lo pueden claramente suscitar… Sin embargo, mire ud, yo no lo acabo de ver del todo tan exacto ello. Pienso que el estado de ánimo es similar en efecto, pero escuchando «On the beach» me queda siempre la sensación de que este disco tiene una intención muy definida, muy propia e indivisible. Están las toñas a las petrolíferas, a Nixon, la pena por Danny Whitten el amigo fallecido, el desencanto de la fama, el momento que atravesaba con sus compinches de supergrupo, la definitiva acepción del fracaso hippie y sus dogmas… Todo eso y mucho más queda recogido en el disco. Hasta ahí lo normal, que ya había demostrado hasta entonces y con holgura el genio que podía ahondar en el «lado oscuro» de la especie sin compasión ni anestesia a valer (aunque, dígase todo, nunca antes quizá con tan marcado denuedo -aquí se juntan especialmente tanto la desgracia propia como la global, debe ello entenderse-)… Otra masterpiece del canadiense para el zurrón y a otra cosa, vaya. Pero no, este disco es todavía más que todo eso… ¿Por qué «On the beach»?.  ¿Y esa secuencia?. El inicio soul y alegre con «walk on», las caricias de «see the sky…», depués se acelera todo con una muy  necesaria «revolución» para dar paso de seguidilla al tranquilizante banjo de «turnstiles» y el solemne blueseo vampiro cerrando cara… Y yendo más allá de letras y contextos históricos parece que, en efecto, este viaje tiene mucho, todo en realidad, de querer jugar con el propio estado de ánimo del oyente desde su propuesta pura y duramente musical… Neil Young meditando en un día de playa sobre todo aquello que le rodea y en el que de todo cabe (más cercano/lejano según proceda), sin duda, pero solapando ello claramente al sentimiento, -a vueltas con lo del estado de ánimo, si-, que quiere proyectar cada vez, para cada parada del viaje. Y ya no me meto en lo del significante listado de ilustres musicazos que aquí aparecen de una u otra  manera (se lo dejo a los que saben más, que seguro lo explicarán más y también mejor), pero ese subrayar con órganos por aquí, esa steel por ahí, aquellos punteos a traición por allá y, claro, lo directo y sin ambages de la producción…

Pero volvamos a la narrativa (musical) aquí propuesta y alcanzada, con esa «b side» que componen los alrededor de veinte minutos más intocable y denotadísimamente crepusculares que se puedan recordar en esto del rocanrol… y, a decir verdad ya puestos, lo que en verdad hace que este disco (me) logre su aureola de único, de definitivo, a unos niveles de muy complicado comparar. Un fundido a negro sin prisa ni pausa que, muy humildemente y que no se me ofenda ningún fan, componen de lo más grande  y mejor que ubico en el largo e impagable opus de este genio. Este ramillete de tres con el tema homónimo, «motion pictures» (mi predilecta de tan suculento botín -minimalismo doloroso hasta el llanto-) y «ambulance blues», es el fin de todos los finales… Se terminó el malvavisco, se va apagando la hoguera y, finalmente, sobrevivimos un día más a pesar de todo… Volvamos ya a casa que, es de todos conocido, en la playa por la noche se puede levantar una rasca de lo más hijoputesca… Y le llamaron «loser» a esta maravilla en su día por no tener los «dorados corazones» que preceden u otras luces similares de su ya entonces más que ilustre pasado, por su engañosa y aparente amargura galopante (para quien no quiso/quiera tomarse la molestia de rascar siquiera un algo)… «On the beach», y esto es una opinión muy personal, es el «Berlin» particular de Young… pura carne viva, y punto. No es un disco hecho con el cerebro, corazón o alma… (no solamente, entiéndase). Es su disco desde las mismas y más retorcidas entrañas, en el que Young ya no quiere ser el chico prodigio que domina todos los palos de la american music y que puede tocar con los más grandes cuando y donde quiera. Ya se le quedó todo eso pequeño, por supuesto. Neil quiere al fin su identidad y entidad propia en plenitud, y se piensa vaciar del todo en el ímpetu, logrando de paso algo que es tan sangrante como irrepetible al nivel que de la gana comparar. Eso es el gran triunfo de este «fracaso» llamado «On the beach»: el ascenso al artista ya completo y gloriosamente único (partiendo de la, indispensable, base propiciada por un músico e intérprete evidentemente descomunal) . El disco donde (siempre para servidor y desde la mayor de las humildades) Neil Young es más Neil Young que nunca, en definitiva.

Y es que, al final, siendo mucho más sintético y con menos jerigonzas a mediar, «On the beach» es (en la vertiente menos agresiva del artista, por lo menos)  el muestrario definitivo en su primera cara y, por contra, algo tan desgarrado como inolvidable en su reverso (y en términos de historia de la música del demonio, sin ceñirnos única y puramente al opus del genio nos ocupa, que vengo a referir). Finalmente, si por accidente -y por mucho extrañe- cae alguien aquí que no se ha atrevido nunca con el disco por dires y/o diretes varios (o vaya usté a saber), solo le digo que, de verdad que se lo prometo, el tema que da título al glorioso folletín, «see the sky about the rain» y «motion pictures» están, en efecto, compuestos por un ser humano… O a priori eso parece y suele admitirse, convendría matizar. 


 (texto original, aunque convenientemente revisado para la ocasión, sito en el espacio Exile Sh Magazine desde marzo de 2014)