RANDY NEWMAN - "Bad Love" (1999)

Ya he manifestado en varias ocasiones y durante no pocos años mi devoción total por el protagonista de hoy en esto de la interné. Motivo por el cual una persona más pacata y seria intentaría, con lo que nos toca hoy, centrarse en el album que reza en cabecera y  dejarse de perder tiempos, propios y ajenos, en lisonjas o percepciones periféricas (y/o demás martíngalas gratuitas mil), ni que sea por esta vez y por aquello del "¿qué añadir ya, pesao"?... Y bien  cierto ello, sin duda, si. Pero lo dicho: una persona más seria. Y pacata también.

Newman es demasiadas cosas para servidor al fin. Bien célebre es para la friolera de unas cuatro (puede que incluso cinco) personas mi legendaria wikiquote del: "Una vez atendida la condición extraterrestre de Sam Cooke, mi músico favorito y sin dudar sería Lou Reed"... Bien, pues hoy nos enfrentamos (una vez más) a mi consabido "tercero en discordia" histórico. Directamente. Recuerdo todavía cuando, hace ya unos años, afirmé en alguna red social que yo no podía intentar ponderar objetivamente los discos de este señor ya que, en realidad y siempre  para mi, todos ellos son masterpieces y ya... Por supuesto, el contertulio-resabidillo-los-cojones-de-turno (y qué viva el vinagre siempre, si) aportó al segundo que "no es verdad"...y añadió después "nininini"... y no se qué pollas más ya que, honestamente, ni seguí leyendo. Razón: para mi sí lo es -verdad; de la mejor y más indiscutible, además-. Newman no deja margen al notable alto siquiera. Sus discos me oscilan entre el 9 y el "si esto no lo tienes controlado es que eres un pobre desgraciao" y ya. Con todo el cariño y sin más. Newman es por mucho mi letrista favorito, una fuerza que auna socarrería y cinismo con honestidad y sentimiento a unos niveles que nadie más puede, un músico con un estilo tan clásico como reconocible e inimitable, un artista completamente al margen de tiempos y tendencias... El Wilder al Ford que sería Dylan o al Hawks que sería Young, incluso y si prefieren. Todo eso y varias docenas de cosas más que sería este señor y su obra para quien suscribe.

Si, por contra, intentara encontrarle algo "en contra" (por aquello de ser uno un tanto cabrón también y tal, sin poderse evitar) el asunto viraría inefablemente siempre hacia esa tan exigua discografía de "discos estándar", al margen de soundtracks y proyectos variopintos varios (mucha atención a aquello de su Faust, que es un delirio absoluto y a modo ejemplo), que nutre el opus del tipo... Pero es que ni por esas. Hasta eso le juega a favor al puñetero. Al punto que un trabajo nuevo, dentro de esa "discografía estándar" y el par de veces que ha pasado ya en el nuevo milenio, es recibido como un acontecimiento único que hace aparcar todo lo demás de manera ipso facta y radical, al menos para las  bastantes gentes de bien ("dejémonos de memeces un buen rato que hay algo nuevo del maestro al fin", sería un poco la cosa, si). Son "sólo" once discos en la percepción más clásica posible del seguidor rockero (y/o derivados), de momento, en una carrera que ya ha arrebasado los nueve lustros de trayectoria... Y si añadimos que tras los setenta el asunto se limita a dos discos ochenteros, otro par neomilenarios y este único de los noventa que hoy quería destacar, pues está claro en que cesta ha metido los huevos mayormente el genio de marras (y es que en Hollywood tienen demasiados dolarbills, faltaría). Pero, por supuesto, qué más dará ello al hacer recuento final... Fíjense, sin ir más lejos, que podría ubicar rápidamente este "Bad love" de hoy (y que cumplía sus bodas de plata a finales de la pasada primavera, por cierto) como su mejor disco post-70's sin faltar a la verdad y, de la misma forma, no importaría ello una simple y mera hez ya que el muy canalla te planta en la morrera algo como "Wandering boy" en su último disco del 2017 y te deja bien claro (hoy como ayer y como siempre) lo que puedes hacer con tu top/ranking de las narices... Tiene que ver con hacer un rollo e introducir cosas en sitios, para aquellos que requieran de mayor explicación. Está tan por encima de esas barateces y chocarradas que ni tienen sentido ni proceden nunca. Sin más.

"Bad love"... al fin, sí. Su disco de los cincuenta bien entrados, once años después de "Land of dreams"... (¡ Caradura !, y malditos sean los happy meals de Toy Story y demás, ya puestos). Con toda la nostalgia, mala leche, vitriolismo selecto y desnudez emocional que quieran, puedan o pretendan esperar y más. Nada nuevo según se mire (que este hombre nació con ochenta y dos años en varios sentidos), aunque sea por suerte ello. Sin duda y se mire como se quiera esto segundo. Un trabajo que ya con esta inicial "My country" te deja claro que todo (por experiencia vital) y nada (por estilo) ha cambiado para él. Una amable alfombrilla de entrada en tono "ahora el viejo soy yo", y que lo mismo mira con sincero cariño al pasado donde la familia se sentaba a mirar el televisor ignorándolo e ignorándose entre ellos mientras estuviesen todos juntos pero que, a su vez, apunta también a que si se largasen y le dejasen tranquilo de una vez tampoco pasaba nada... El entrañable casacarrabias is back, todo en su sitio y como procede, vaya. Más directa y sin ambages resulta "Shame", donde la toma con esos vetustos y pudientes viejoverdes que se pasean con jovencitas florero a modo trofeo y cuyo ridículo no puede dejar de señalar (que si no se muere o algo, faltaría). Sigue en la misma linea con "I'm dead (but i don't know it)", lugar que aprovecha para hacer notar a esas viejas rockstars que lo mismo, a lo mejor, su tiempo ya ha pasado y ya vale de hacer el mamarracho a según que niveles...Toda una oda en pos de una mínima dignidad, en verdad. Para la soledad y el dolor por el recuerdo de la preciosérrima "Every time it rains" adquiere su condición de crooner con poso jazzístico y tira de su tan reconocible registro de piano más orquestación mínima de fondo...  Y nada que añadir aquí, está claro. Cuando se pone de esta guisa sólo queda espacio para el mesmerismo del mono mirando globos y cualquier conato de análisis quedará por siempre  tan condenado a lo innecesario como a lo irrisorio. La sigue "The great nations of Europe", donde expone sin tapujos los highlights de las colonizaciones de tan antaño y sus consecuencias y con la que, al activar el "método Newman" y su agriedad por montera, deja lo indecible de lejos el ser un mínimamente disimulado para con lo que se pretende explicar (y no es la primera vez, por cierto, que encontramos en su obra algún que otro síntoma de hastío por su parte a esa veneración, por defecto, que tantas gentes de su latitud profesan a la "vieja Europa" sin un motivo realmente sólido y porqué sí... Y magnífico ello, claro qué sí). En cualquier caso toca ya cerrar el primer acto del disco y (faltaría) lo hace directo al tuétano, preguntando a su interés amoroso, sobre una base de jazz clásico de manual, si se va a quedar al final con la persona que le ama o la persona que le gustaría que lo hiciera ("no es justo, pero tienes que decidirte"). Y, por supuesto, esa vieja dualidad de Randy capaz de encerrar triples sentidos lo mismo que ser más crudo y directo que una coz burrera es algo que siempre resulta difícil, tirando a imposible, de dejar de apreciar, está claro.

La cara B de "Bad love" arranca con la alegría y tono dicharachero de algo como "The world isn't fair", donde cual pieza musical en crescendo (partiendo desde lo mínimo) de Broadway, le va relatando en primera persona al mismísimo Karl Marx como han fracasado sus premisas e ideales. Impagable. Para "Big hat, no cattle" aprovecha la reconocida novela de Geoffrey Wolff sobre su padre para cargar contra las falsedades e imposturas de aquellas gentes que han hecho de la mentira y la "trepería" su forma de vida ("productores, ceos..." y mierdas afines, para entendernos y etc). "Better off dead" se recrea sobre las bondades de enamorarse de la persona equivocada, en primeras lecturas... Sin embargo, por letra y registro musical elegido (cercano al easy listening de ascensor por momentos) todo apunta que no es sino un regodearse en alguna situación pretérita donde alguien (presumiblemente el propio Randy) tuvo que aguantar que algún productor (o similar) le tirara para atrás  algún proyecto arguyendo alguna chorrada importante. Y llegamos al fin a "I miss you", una de las canciones más hermosas jamás registradas por Randy Newman (lo que la convierte por pura causa efecto directa e inmediata en una de las canciones más hermosas registradas jamás por nadie). Desgarradísimo y autobiográfico testimonio de perdón y (obvio) añoranza por un anterior matrimonio cuyo transcurso ya está harto asumido que concluyó hace largo tiempo pero cuyo sentimiento, y por mucho escueza, todavía permanece... Y cómo no querer a este tipo, más allá de su inimitable pericia creativa, por canalla y cabroncete se nos ponga alguna vez, sin duda. En tono similar, aunque más mínimo en embalage sonoro todavía, llegamos a la penúltima parada con "Going home". Dos minutos donde, con redención o sin ella, el protagonista se vuelve a su lugar natal para retirarse ya del todo del mundo... En toda la paz y sin la menor acritud de la que es capaz. De lo uno y lo otro. Finalmente, se nos despide Randy esta vez con el sonido zydeco, en su vertiente más amable o/y menos verbenera de la que tantas veces ha tirado (para alegría de todos los fans de las soundtracks de Woody Allen, por ejemplo), de "I want everyone to like me", donde medio en broma, medio en serio, nos comenta que quiere gustarle a todo el mundo y que (ojo) además quiere que se lo digan, porque es un "poco inseguro" y tal... Cosa que, en parte cuela (no deja de ser un ser humano al fin) y en parte es aquello de que se vaya a chotear de su tia abuela la de Lousiana (es bien poco probable que Mr. Newman no tenga una noción mínima de lo brillante que es, lo mismo que el requerir artísticamente de la aprobación de nadie como de un hachazo a tración). En cualquier caso, Randy pretende ejercer aquí su derecho a engordar sintiéndose satisfecho en el proceso y, de ser posible, con alguien que le quiera al lado. Y en esas sigue, creo. Imprescindible disco para terminar del todo y por tan supuesto que hasta avergüenza bastante señalarlo... Como todo (y dije "TODO", sí, amigo tocanarices del faisbuc) lo suyo en definitiva y por otro lado, ni qué decir. Y fin.